El discurso de las grandes multinacionales energéticas es que la energía eólica es de las más limpias del mundo. Sin embargo no nos hablan del contexto en el que se crean las plantas para recoger esa energía ni el impacto o los abusos que las compañías hacen en los pueblos y regiones donde se instalan estos parques industriales; hablemos del lado oscuro de la energía eólica.
¿Por qué es conveniente la energía eólica?, “Es inagotable, no afecta el cambio climático ni contribuye a la capa de ozono, no contamina, no afecta las características fisicoquímicas del suelo, no produce alteraciones sobre ríos ni lagos y no crea lluvia ácida”. ¡Pero si es maravillosa! Entonces ¿porqué tanto alboroto?. Bueno, analicemos un poco todo esto.
Los videos y campañas de #greenwashing nos presentan una perspectiva muy amigable sobre la energía eólica, lo que es cierto si el caso de estudio que analizamos se trata de un proyecto de autoabastecimiento de energía para una escuela, una casa, una comunidad o una empresa. Los impactos de este tipo de energía son proporcionalmente menores a sus beneficios. Pero, ¿qué pasa si en cambio nos encontramos ante un megaproyecto que ocupa cientos de hectáreas y los impactos se ven multiplicados de forma exponencial? Repasemos:
En España tenemos miles de aerogeneradores produciendo energía a lo largo de todo el país, el problema es que esta energía en su mayoría es almacenada en subestaciones de energía, y para su traslado y distribución, las zonas rurales están siendo atravesadas y destrozadas con líneas de transmisión de alta tensión que llevan la energía a las grandes urbes del país.

En el caso de los grandes parques eólicos ocurre que aunque, en efecto la energía del viento es inagotable, los aerogeneradores empleados para producir esta energía no son eternos: tienen un promedio de vida útil que va entre 25 a 30 años y los elementos utilizados para su fabricación (fibra de vidrio, acero, aceite lubricante, metal entre otros materiales) no son totalmente reciclables, peor, son contaminantes y además en nuestro país no se cuenta con plantas paro su tratamiento. Sumemos a esto las más de 20 toneladas de cemento y acero empleados para su cimentación. Esta cimentación implica realizar una fuerte transformación en el suelo, el cual se erosiona y deforesta para su preparación, se procede a remover toneladas de tierra fértil que es trasladada en otras zonas elevando el nivel del suelo y generando inundaciones y encharcamiento con las lluvias, además del cambio de uso de caminos y senderos, que pasan de ser utilizados de forma ocasional por ganado y excursionistas, a un uso frecuente por grandes vehículos motorizados para el transporte de equipos y su mantenimiento. Todo esto provoca erosión y afectaciones ecológicas sobre especies animales y vegetales.
La tecnología empleada en las instalaciones eólicas tampoco es las más eficiente, se requiere de alrededor de 400 litros de aceite lubricante para el mantenimiento diario de cada aerogenerador, este aceite suele fugarse con mucha frecuencia, escurriendo y difuminándose por aspersión en los alrededores, afectando plantas y animales. Ahora multipliquemos este efecto por 21.419, que es número aproximado de aerogeneradores instalado en España, sumemos los incendios y explosiones provocados por la sobrecarga del motor cuando los vientos son demasiado fuertes. Entonces, el balance negativo de impactos ecológicos, solo de la instalación, se acentúa.

Si bien es cierto que la energía eólica en sí no genera gases de efecto invernadero ni afecta la capa de ozono, es necesario que entendamos toda la cadena de valor de un aerogenerador para los grandes megaproyectos. La minería a cielo abierto para extraer los minerales necesarios, el traslado de estos materiales a la fábrica donde son elaboradas cada una de las partes, su siguiente traslado a las factorías donde son montadas las piezas, el embalaje y traslado a su zona de instalación. Tan solo en esta cadena simplificada, las primeras etapas son altamente contaminantes, agregando la generación de CO2 de los traslados, no solo de material sino de personal para la instalación y teniendo en cuenta que no se cuenta con un plan adecuado para la disposición o reciclaje del equipo una vez terminada la vida útil de cada aerogenerador. Si se toma todo esto en cuenta difícilmente se puede decir que a energía eólica no tenga un impacto sobre el cambio climático.

Finalmente, durante el funcionamiento y operación de estos parques, los efectos en las rutas migratorias de aves que colisionan con las aspas se combina con el impacto auditivo generado por el rotor de las mismas, así como el estrés en las personas y el ganado de los alrededores por su sombra intermitente, el ruido y a la iluminación nocturna de los aerogeneradores.
Estas críticas no tratan de desprestigiar un tipo de tecnología que claramente es una opción viable para enfrentar la actual catástrofe climática, lo que pretenden es hacer una invitación a la reflexión del sistema en el que estamos viviendo, que toma todo y lo transforma para el beneficio de unos cuantos a costa del resto, convenciéndonos además de que se hace por nuestro bien.
Renovables sí, pero no así
Textos adaptados de un artículo original de Rosa Marina Flores Cruz, para la revista Nómada