El agravio comparativo entre las comunidades que más producen y las que más consumen

La intención de convertir las zonas que eufemísticamente se denominan “España vaciada” en gigantescos generadores eléctricos que alimenten a los principales núcleos de población del país es cada vez más evidente

Mapa de producción eléctrica por comunidades autónomas (Fuente: Red Eléctrica de España)

Mientras zonas como Castilla y León producen más de 2.268.000 MWh cada mes, de los cuales consumen algo más de la mitad: 1.205.428 MWh, otras zonas más industrializadas y pobladas, como la Comunidad de Madrid tienen un consumo de más de 2.538.000 MWh, de los cuales, apenas producen 76.120 MWh

Tablas de producción y consumo de electricidad mensuales por comunidades autónomas (datos obtenidos de Red Electrica de España)

Llama la atención que una comunidad como la madrileña, con amplias extensiones de terreno en el que se podrían instalar proyectos fotovoltaicos y amplias zonas de sierra donde colocar molinos eólicos, apenas tenga ninguna de esas instalaciones en su territorio.

Que las grandes compañías elijan las zonas más despobladas de Castilla y León, entre otras, para la instalación de sus macroproyectos no es casual. Es mucho más fácil convencer a alcaldes de pequeñas poblaciones, que ven como sus pueblos se van quedando sin gente, de “las maravillas” de estas instalaciones, que convencer a los regidores de lugares más importantes (poblacionalmente hablando), mejor preparados y con el apoyo de equipos de gobierno que se leen la letra pequeña de estos proyectos y no están dispuestos a que su población se les venga encima exigiendo una conservación y protección de sus entornos naturales que a la “España vaciada” se le niega.

Mapa del consumo eléctrico por comunidades autónomas (fuente: Red Eléctrica de España)

La actual tendencia desigualitaria utiliza un modelo invasivo, que convierte los irreemplazables paisajes y zonas de enorme biodiversidad de los pueblos elegidos para implantar sus monstruosos proyectos, en poco más que una pila eléctrica, con la que alimentar la enorme voracidad energética de las grandes capitales de nuestro país.

Mientras este modelo extractivo no se cambie por uno basado en el autoconsumo y la sostenibilidad, nuestros hermosos territorios se verán cada vez más arrasados, condenándolos finalmente a ser eriales plagados de placas fotovoltaicas y molinos eólicos.

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